A las cuatro me había citado el señor en su despacho, íbamos a tratar la renovación de mi contrato, llevo muchos años trabajando en esta casa y había pedido un aumento de mi salario. La puerta del despacho la abrió el hermano del señor Mondadientes, Antonio que me dijo que pasara y me sentara en el sillón negro que hay jungo al equipo de música. Dos tazas y dos trozos de pastel estaban encima de la mesita, él se sentó a mi lado y nos dispusimos a tomarnos lo que allí había. El señor Vicente estaba muy callado, el que más hablaba era Antonio, serio como siempre, comenzó a recordarme lo mucho que habían hecho por mi en el momento de contratarme, cuando mi familia estaba en la miseria y gracias a ellos yo conseguí un empleo. Pero yo le dije que eso pasó hace mucho tiempo y aunque agradecido, pienso que mi esfuerzo y dedicación a la familia Mondadientes merecían un aumento de sueldo, no pedía más. Antonio comenzó a dar voces y a llamarme desagradecido, el señor Vicente, tan correcto como siempre quiso calmar a su hermano, pero no lo consiguió, Antonio seguía y seguía soltando por su boca todo lo que quiso.
En el momento en el que vi que ya no se podía razonar, no se podía dialogar, no me dejaba explicarme, decidí marcharme no sin antes despedirme del señor Mondadientes que me estrechó la mano mientras que su hermano me dio la espalda. Es lo único que puedo decir, salí del despacho y me fui a mi casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario