sábado, 31 de enero de 2009

En la aceituna...


Tenía nueve años cuando la conocí, sería finales de 1923, porque yo nací en el 14... Joe, se me saltan las lágrimas sólo de acordarme, parece que la estoy viendo, amagá cogiendo aceituna al laico de su madre debajo de un harapón. Yo me quedaba mirando y no me cansaba, chiquillo, era la más bonica de toa la cuadrilla, era mu seca, mu seca, con las manos muy finas que parecían que se les iban a romper arañando la tierra con las uñas, porque antes no se usaban guantes de esos de goma que se usan ahora, que va, antes las más viejas se ponían dediles (cáscaras de bellotas) que les habían hecho sus maríos la noche de antes, pero las chiquillas ni dediles ni na, a uña. Pasaba por su lao, mil veces al cabo del día, a ver si me decía algo, pero que va, al lao de su madre, no tenía valor ni a levantar la mirá.

Me acuerdo de un día, madre como llovía, estábamos en las olivas de Don José, no se me podrá olvidar, sería el medio día, dijo el encargao que recogiéramos que el tiempo ya no iba a escampar y la pobre estaba chorreando, como una sopa, y debajo de un olivo refugiándose lo que podía, la veo medio tiritar y me acerco y le digo -nena, que vas a coger lo que no tienes. Toma ponte esto- le di mi chaqueta y ella me hizo con la cara como que no quería, pero la pobre no se pudo resistir y agachó la mirada al suelo como asintiendo, se la puse por los hombros y me fui, no quería que nadie hablara ni na, ni sabía si moceaba con alguien, yo sólo la había visto allí, cogiendo aceituna, nunca por el pueblo. Esa misma tarde, estábamos mis hermanos y yo apañando los borricos cuando llega mi madre con la chaqueta diciendo que había venío la hija de la señora Estrella dándole las gracias. Cuánto me pude enfadar, de no haber estao allí mismo pa haberla visto otra vez.

¿Te puedes creer que cuando acabó la aceituna, no la volví a ver hasta por lo menos seis o siete meses? Mira que el pueblo es chico, pues nada, como si se la hubiera tragao la tierra, pero yo no dejé de pensar ni un día en ella. Fue un domingo a media tarde, ya era verano me recuerdo, ella iba enganchá del brazo por lo menos con otras cinco o seis mocicas, por el paseo, veo que se van acercando y yo ya no sabía donde meterme, esperando tanto tiempo y ahora que llega la hora, no sé ni que hacer, ¿qué le digo? Madre mía, ni siquiera me conocerá, voy a hacer el tonto y se van a reír toas de mi. No me dio tiempo a decir una palabra, cuando oigo: "Adiós Joaquín", lo único que pude hacer fue ponerme colorao jajajaja

Después de aquello ya si la fui viendo más a menudo, siempre guardándome, claro, más por ella que por mi, en aquellos tiempos, las mujeres se guardaban mucho pa que nadie hablara de ellas, eso no es como ahora, las modernuras que tenéis que lo mismo va un hombre a un bar que una mujer sola... Ojalá fuera así antes, yo pa ir con ella por la calle juntos, vamos que ni me acuerdo si llegué a ir antes de casarnos.

Y de la boda, no te vayas tu a pensar que eso es como ahora, nos juntamos pues lo que es la familia y cuatro amistades, nosotros que por aquella época, la verdad, no nos faltaba de na, matamos un borrego y comimos tos y na, prontico pa la casa, ya ves tu la casa, cuatro sillas, una cama con un colchón de lana que te levantabas baldao de allí, una cocinilla y una miaja corral, eso era la casa, pero pa nosotros era la mejor del mundo.

Cuando nació mi mayor, el chiquillo más bonico que había en el pueblo, no lo digo yo porque sea su padre, eh, es que lo era. Parecía un becerro comiendo, no tienes tu cojones a comer como lo hacía mi hijo, así se crió, que con cuatro años le ataba las albardas al borrico mejor que yo, con cuatro años, ojo. Pobretica mía, ahí si que estaba ella bien, sana, con fuerza, pa lo que quedó después.

En fin, a los tres años nació mi nena y fue cuando nos fuimos a vivir a la huerta, esos han sío los mejores años de mi vida, mis dos chiquillos, mi mujer y yo, las tardes de risas que pasábamos allí, que si cantábamos los cuatro la canción que me cantaba a mi mi padre de chico, o cuando nos bañábamos en la alberca, qué chiquilla más torpe pa nadar jajajaja

Ya me tuve que ir a la guerra, y ellos se volvieron al pueblo, pa no quedarse solicos en el campo. Igual que te digo una cosa te digo otra, casi tres años estuve yo sin acudir al pueblo y claro, yo ni escribir, no sabía y cuando dije de volver, ya estaba mi mujer regular, no era la misma, yo qué sé, como apocá estaba. Qué años más malos de hambre, no teníamos que comer, figúrate, que la cáscara de las habas, las enharinaba y las freía con na, con mu poquillo aceite y le decía a los chiquillos que eran sardinas, tu imagínate el hambre que se pasaba.
Y luego ya fue cuando me coloqué de encargao en lo de Don José y ahí he estao hasta que me jubilé. Pero mi Isabel ya no levantó cabeza, cada vez fue a menos y a menos, no sé que cosa te tiene que entrar por los pies pa que te veas tu que estás fuerte y que ya no tengas ganas de na, apenas comía, vamos comía menos que un pajarillo, hasta que se quedó en la cama sin poder levantarse. Ahora, que yo, era venir de trabajar, que los chiquillos ya estaban grandes, y yo me ponía en su lao con la silla y de allí no me movía na más que pa comer y pa mear. Allí con ella, hablándole, yo le decía que se levantara un poco pero na, que no podía. Mira que por aquellos entonces los médicos no eran como Don Antonio el de ahora, antes, claro digo yo que porque no había ni máquinas ni na, pero yo le traje al médico del pueblo, yo no sé cuántas veces y na, que la cosa estaba ya mu mal, lo que habrá sufrío la pobre mía de no poder levantarse de la cama, de ver a sus hijos ya grandes, ya casaos y to, y venir a la cama a hablarle o algo, porque el único que la limpiao y la ha aseao hasta el último día he sio yo eh, aquí nadie puede decir que la tocao un brazo, no porque mi hija no quisiera, es porque yo qué sé, que me daba a mi gusto hacerlo, cuidarla, lo que necesitara, y es que a ver, yo la he querío mucho, muchísimo y no me da vergüenza decirlo, no soy como los otros hombres, que parece que si dicen que han querío a sus mujeres los van a matar. Yo a mi Isabel la he querío siempre y hasta que me entierren la estoy queriendo, conmigo fue mu buena, mu buena, me quería mucho y yo me desvivía por ella.

Allí está, al laico de sus padres, pero se ha tenío que ir mu feliz de ver a sus hijos ya grandes, con sus casas, de ver que yo siempre he estao a su lao y si volviera a nacer, estaría igualmente, por que yo la quiero mucho. Mira, llorando te digo, eso te lo juro yo por lo más sagrao, siempre he tenío miedo a morirme, pero ahora, sólo de pensar que si me muero voy a estar con ella, que venga cuando tenga que venir, que yo ya he vivío bastante. De verdad te digo, que yo ahora vivo por mis nietos eh, que es lo más grande que tengo, mis hijos y mis nietos, y no creas que me falta a mi ningún jueves pa bajar al cementerio aunque sea un rato a visitar a mi mujer eh, que bajo andando y mira la edad que tengo, pero bajo con to el gusto del mundo.